Fomentar espacios seguros y conversaciones francas es clave para mejorar relaciones, procesos y resultados en las organizaciones. La comunicación abierta, la retroalimentación y la confianza fortalecen equipos y ambientes laborales.
“Si hablamos de conversaciones difíciles o complejas, el cerebro, de forma inmediata, las asociará con conflicto y evadirlo es un fenómeno común entre las personas. La mayoría de nosotros, experimentamos incomodidad cuando nuestras creencias, actitudes o comportamientos entran en discrepancia con los de otros. La buena noticia es que existen muchas para lograrlo”.
Todo el tiempo estamos conversando, sin embargo, en un contexto en el que el flujo de información es cada vez más vertiginoso, es necesario preguntarnos por la forma en que la asertividad, o la ausencia de esta, influye en los resultados que obtenemos como personas y en nuestro relacionamiento con otros.
En una organización, esta pregunta cobra mucho más sentido, pues las relaciones, los procesos y los resultados dependen de manera directa de la calidad de las conversaciones que tenemos, de los puntos de vista que compartimos, y a las conclusiones que llegamos.
Un estudio reciente de Harvard Business Review reveló que el 70 % de los conflictos en el lugar de trabajo no se resuelven adecuadamente debido a la falta de comunicación abierta y honesta y que más del 50 % de los empleados sienten que no reciben la retroalimentación que necesitan para mejorar su desempeño, lo cual se relaciona directamente con la capacidad de tener conversaciones complejas.
Esta dificultad de conversar francamente, en algunas ocasiones, es generada porque hay mucho en juego, porque la conversación involucra temas sensibles o emocionales de los que no quisiéramos hablar, así que sentimos temor a las consecuencias o a que no resulten como esperamos.
Puede ser un reto empezar, pero lo que sí está claro es que los líderes y equipos que fomentan conversaciones abiertas y honestas no solo mejoran el desempeño, sino que fortalecen su ambiente y experiencia laboral. Tener conversaciones francas, permite definir objetivos con mayor precisión, crear espacios donde las personas se sientan escuchadas y valoradas, generar una mayor conexión entre el equipo y, sobre todo, construir confianza.
Es un hecho que, si hablamos de conversaciones difíciles o complejas, el cerebro, de forma inmediata, las asociará con conflicto y evadirlo es un fenómeno común entre las personas. La mayoría de nosotros, experimentamos incomodidad cuando nuestras creencias, actitudes o comportamientos entran en discrepancia con los de otros. La buena noticia es que existen muchas para lograrlo.
Para empezar, vale la pena que constantemente nos preguntemos:
¿Qué hábitos conversacionales necesitamos cambiar?
¿Qué conversaciones estamos evitando, aun sabiendo que las deberíamos tener?
¿Cómo afrontamos las conversaciones complejas?
Y quiero hablar un poco de cómo lo hemos hecho en Bancolombia. En la organización hemos aprendido que pensar en grande es valorar y enriquecer el camino que nos lleva a los resultados. Por eso, promovemos la convicción de crear espacios seguros, intencionales de manera habitual, para tener conversaciones estratégicas, operativas y de retroalimentación que favorezcan la cohesión y la coherencia.
Esto significa facilitar el contexto y los comportamientos para que los empleados se sienten cómodos y respaldados para expresar sus ideas, opiniones y preocupaciones de manera abierta y honesta, sin temor a represalias o juicios. Un entorno donde se fomente la comunicación respetuosa, la escucha activa y la colaboración, creando un clima de confianza y seguridad psicológica.
Para apuntarle a un resultado constructivo en una conversación franca, les comparto cinco elementos claves que deben considerarse:
Comprender el contexto: entender el propósito de la conversación y las expectativas de ambas partes es clave para reducir la incertidumbre y enfocar el diálogo.
Tener claridad: expresar las ideas de forma precisa, para asegurar que el mensaje sea comprensible y evitar cualquier ambigüedad.
Escuchar activamente: reconocer y valorar el punto de vista del otro es fundamental para generar entendimiento.
Ser empáticos: mostrar sensibilidad hacia los sentimientos y perspectivas de la otra persona, promueve una conexión más auténtica y facilita el intercambio de ideas.
Concluir: al finalizar, resumir los puntos clave, los compromisos y los próximos pasos, hará que la conversación tenga un cierre claro y acciones concretas.
Sin duda, el éxito de una organización se debe en gran medida a la calidad de las conversaciones que tenemos, es desde allí que se alinean las visiones de corto, mediano y largo plazo de la estrategia, al tiempo que coordina las acciones, motiva a las personas en su desempeño y encamina el logro de los objetivos y el propósito que las inspira.
Y en sus organizaciones, ¿Cómo viven las conversaciones francas?