Descubre cómo surgió la inversión de impacto, cuál es la influencia que está generando y dónde se ubica frente a otras categorías. Lee más aquí.
El interés de los inversionistas por generar un impacto social y medioambiental con recursos propios está adquiriendo una relevancia cada vez más importante. La comunicación de los bancos ―entre otros sectores― y las conversaciones en eventos que atraen a una audiencia que abarca desde el mercado financiero hasta la filantropía así lo han evidenciado.
Según datos de la GIIN (Red Global de Inversión de Impacto), se estima que actualmente la inversión de impacto a nivel global asciende a USD 1.2 billones. Pero, ¿cómo nació este movimiento? Y, ¿dónde se ubica la inversión de impacto frente a tantas otras categorías como ESG (Ambiente, Sociedad y Gobernanza), inversiones responsables y sostenibles y el venture philanthropy? En este artículo lo aclaramos.
¿Cómo surgió la inversión de impacto?
En el siglo XVIII se empezaron a crear fondos de apoyo mutuo que se expandieron en las ciudades de Europa recién industrializadas, sin embargo, la inversión de impacto como la conocemos hoy, se conformó en la década de los 90.
En esta época, diferentes fondos de inversión empezaron a hacer esfuerzos por alinear los principios que regían su estrategia de inversión a la ética y los valores religiosos de sus inversionistas. Poco tiempo después, otros actores replicaron este comportamiento dejando atrás el componente religioso.
El inicio del siglo XXI estuvo marcado por un evento significativo: la firma de la Declaración del Milenio por parte de todos los estados miembros de la ONU. Por primera vez en la historia el mundo tuvo una agenda común de desarrollo.
Las agencias internacionales, gubernamentales, ONGs y el sector privado pasaron a guiarse por la misma hoja de ruta que, aunque no fuera perfecta, permitió mayor alineación de esfuerzos en el sector. En este marco, recursos de distintas fuentes empezaron a movilizarse para promover esta agenda, especialmente hacia países en desarrollo.
En 2007 la Fundación Rockefeller organizó una conferencia con expertos de diferentes sectores para buscar recursos que promocionaran el desarrollo sostenible. Este evento marcó el primer registro del término impact investing, que se refiere a las inversiones que se hacen con el doble propósito de tener retornos financieros y generar un impacto social o ambiental positivo y medible.
En paralelo, un grupo de inversionistas avanzaba en la misma dirección. Su objetivo era mitigar los daños causados por las empresas en las que invertían y encontrar oportunidades que generaran valor para la sociedad y el medioambiente. A este abordaje se le llamó inversión sostenible, por su alineamiento al concepto de sostenibilidad promovido por la Comisión Brundtland de la ONU, que fomenta el desarrollo.
Un concepto importante a tener en cuenta es el triple bottom line, que define que las empresas deben incorporar dentro de sus balances económicos un balance social y uno ambiental a partir del valor que crean.
Por otra parte, en la primera década de este siglo empezó a tomar fuerza el concepto de venture philanthropy, presentado por primera vez en abril de 1997 en un artículo en Harvard Business Review.
El artículo resaltaba que las fundaciones podrían acoplar algunas prácticas útiles de los capitalistas de riesgo y recomendaba que los filántropos consideraran utilizar algunos de los métodos de capital de riesgo que incluyen diligencia debida, gestión de riesgos, medición del desempeño, gestión de relaciones, duración y tamaño de la inversión y estrategia de salida.
Este artículo motivó un movimiento de inversionistas provenientes del mundo de private equity, que buscaba utilizar las metodologías y la perspectiva del sector financiero –especialmente de la inversión de riesgo o venture capital– para dar más eficiencia a sus aportes filantrópicos
¿Cuál es la importancia de la inversión de impacto?
Los movimientos de los inversionistas como ESG, inversión de impacto y filantropía estratégica permiten invertir en organizaciones sociales y negocios en diferentes etapas de madurez y con diferentes posibilidades de retorno financiero.
Las grandes corporaciones se alinean a los estándares ESG, al surgimiento de startups de impacto, o al emprendimiento social: se articulan nacional, regional y globalmente, promoviendo su perspectiva entre inversionistas y donantes, fomentando el desarrollo de negocios y organizaciones que adopten su mirada y fortaleciendo a actores intermediarios que apoyan a los emprendedores y desarrollan productos financieros para hacer que los recursos de los inversionistas lleguen a estos emprendimientos.
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Con todo esto vemos que las últimas tres décadas han propiciado un nivel de articulación global sin precedentes en las posibilidades de financiación para las organizaciones que buscan mejorar la calidad de vida de todas las personas y nuestra relación con el planeta. Este tipo de cambio necesita tiempo para madurar y, es precisamente este proceso de maduración el que estamos presenciando.
Para que cumplamos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible –una agenda global de desarrollo mucho más retadora e inclusiva que la del inicio del siglo y que hoy tiene una brecha de financiación anual de USD 4,2 billones– es fundamental que estas prácticas se difundan aún más y que se traduzcan en más innovación y colaboración a lo largo del continuo de capital.
Fuentes
GIIN (2022) GIINSights: Sizing the Impact Investing Market 2022.
Louche, Arenas and Cranenburgh (2012) From Preaching to Investing: Attitudes of Religious Organisations Towards Responsible Investment. Journal of Business Ethics, 110(3), 301–320.
Paton and Spear (2010) Civil society and the ’commanding heights’ the civil economy: past, present, future. The Carnegie UK Trust, Dunfermline.
Jackson, E. T., & Harji, K. (2012). Accelerating impact: Achievements, challenges and what’s next in building the impact investing industry.
Letts, C.W., Ryan W.P., & Grossman, A.S. (1997) Virtuous Capital: What Foundations Can Learn from Venture Capitalists Harvard Business Review March-April, 1997